La tipografía es la ropa de las letras, y su sastre es el encargado de transformarlas en belleza. Crea letras, crea frases, crea líneas, crea párrafos, crea textos, crea libros, pero crea algo. No hay nada más maravilloso y locuaz que transmitir belleza con símbolos cicateros sin atractivo. ¡Escribe!
Si te enteras de que alguien está usando los textos de este blog como si fueran de su propiedad, te ruego que me lo notifiques para tomar las medidas oportunas. ¡Gracias!
lunes, 16 de enero de 2012
Algo así ¿No?
Yacía tumbado en la cama, con música clásica (sólo algo clásica) y un teclado sobre su regazo.
Su postura, algo incómoda pero perfecta para escribir sin tener que moverse mucho, resultaba al colocar las rodillas como dos montañitas hechas de pijama que sobresalían del lago del plasmador de ideas al documento que tenía abierto en la pantalla.
Mozart seguía azotando sus oídos y estimulando su imaginación, ya un poco castigada por la adversidad y la fatiga, y las voces de discordia que pretendían enfurecerle en forma de lucecita naranja continuaban emergiendo una y otra vez.
Recorría con los ojos cada tecla, y cada palabra que escribía le resultaba un poco más auténtica que la anterior. Se dio cuenta entonces de que nunca había escrito nada como lo que estaba escribiendo en ese momento. De hecho, pensó, nunca había escrito nada en la postura en la que lo estaba escribiendo.
Lo cierto es que se pueden escribir cosas de muchas formas, tamaños, colores, tipogtrafías, y posturas, pero precisamente tumbado en la cama, con el teclado apollado en las piernas y en el tronco jamás, nunca lo había hecho.
La música cesó, y pensó en la siguiente frase. Qué ingenuo eres. Deberías dar una vuelta. Despejarte, mirar los edificios, mirar al suelo, y mirar a la gente, a ver qué pasa. Tal vez algo de inspiración se cuele por ese tejado mugriento que algunos llaman cabeza.
Yo prefiero llamarlo estercolero; Está repleto de basura que a nadie le parece agradable, pero con muchísima suerte, podrías encontrar algo de valor. Algo muy valioso que algún escéntrico millonario tiró por la taza del váter porque pensó que tampoco valdría tanto. Era una especie de joya cubierta de heces. Una especie de joya. Si, agún tipo de especie era, eso lo tenía claro.
Podía pensar, y de hecho era lo que estaba haciendo.Y tomó un descanso.
Volvió un instante después a las andadas, consciente de que estaba comentiendo muchos fallos, tanto en la ejecución como en la forma de escribir, como en su vida, pero no le importaba lo más mínimo. Mi texto, mis normas, pensó.
Claro. Como si fuera todo tan fácil. Ponte a corregirlo, idiota.
jueves, 12 de enero de 2012
Esta es mi guerra.
No me pagan por pulsar un botón, sino por saber qué botón es el que hay que pulsar.
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¡Soldados, monten armas!
Hemos luchado muy duro para llegar hasta aquí, y sé que las fuerzas se agotan. Sé que es muy duro esquivar las balas del enemigo, y escuchar el silbido de ese plomo asesino hiela la sangre. Pero estamos aquí porque somos los soldados de la guerra más dura que puede llevar a librarse en el corazón de cualquier persona.
Sé que es duro despedir a un líder, y también sé que es duro aguantar, seguir, resistir un día más en las filas. Sé que nuestro entrenamiento es muy pobre e inexperto, pero tenemos toda la vida por delante para aprender.
El enemigo, temblará a nurestros pies, el enemigo más mortífero de todos. Sólo tenéis que miraros al espejo.
No vamos a dejarnos vencer. No vamos a caer tan fácilmente. El enemigo espera que nos rindamos a la primera de cambio sólo porque saben que podrían aplastarnos con un solo dedo, que podrían llevarse nuestras provisiones, nuetras armas, nuestra moral, incluso. Pero... ¿Por qué no viene y, símplemente nos destruye, soldados?
Yo os lo diré. El enemigo nos ama, nos quiere, nos desea. Se sirve de nsotros para seguir respirando un día más, robándonos el oxígeno, dejándonos sin aliento, volviéndo a dárnoslo cuando más le conviene, cuando prevé que nuestro final está cerca.
Sonríe con cada batalla ganada, porque sabe que puede ventlarse esta guerra cuando le plazca. Pero nos quiere tanto como nosotros le queremos a él.
No, soldados, no vamos a rendirnos, vamos a luchar, a seguir adelante. A batallar día y noche, con lágrimas en los ojos. Con heridas lacerantes por todo el cuerpo. Con el sudor causado por el fragor de la batalla supurando en las yagas que el enemigo ha abierto en nosotros.
La guerra más dura de todas, caballeros... En la que todo vale, y la única cuyo nombre es el antónimo de si misma.
En el AMOR, y en la guerra, todo vale. Y, que yo sepa, no estoy en guerra con nadie.
domingo, 8 de enero de 2012
Bloqueo creativo
Bloqueo creativo o pereza por escribir, no lo tengo claro.
Cada día es mucho más duro enfrentarse a la hoja en blanco y pensar: Tengo que conseguirlo, tengo que hacer que todo ese infinito océano de esencia de nada rezume historias y conocimiento. Pero cada día es mucho más dificil.
No sé si es que las musas están demasiado débiles como para inspirar nada, o es que mi capacidad de redacción está mermando con el paso del tiempo. Lo único que tengo claro es que donde debería haber éxito, dedos ágiles y nerviosos aporreando teclas sin parar, ojos curiosos leyendo historias que pudieran recordarles a un pasado o aventarles un futuro, sólo hay vacío.
Blanco, blanco, y más blanco. Y cada día los pocos párrafos que escribo se hacen más pequeños, y el papel toma mucho más terreno.
A veces me imagino la separación entre lo último que he escrito y el folio en blanco como una barrera infranqueable. Un muro de proporciones bíblicas cuyo único método para atravesarlo con vida es convertir los dedos en martillos neumáticos que aporreen las teclas sin ningún sentido, orden, o coherencia, y llenar páginas y páginas de palabras inventadas, impronunciables insultos hacia mi mismo y un par de amenazas de muerte a la musa de turno, que no se digna a aparecer en mi nerviosa cabecita.
Llevo una semana, más o menos, con un bloqueo creativo del horror. Y cada vez que lo pienso se me encoje el alma.
Necesito madurar ideas, despejarme y aclararme. Los textos no salen, y desde luego no voy a sacarlos a la fuerza. Habrá que esperar.
Mis personajes se impacientan, y cada vez se ponen más nerviosos. Que si a ver cuando me vuelves a nombrar en un relato, que si a ver si ahora puedo ser yo el protagonista, que a este paso voy a tener que volver a escribir de nuevo una descripción suya porque van a acabar olividándose hasta ellos mismos, etcétera.
Lo siento Gerald, lo siento Hans, lo siento Otto, lo siento Eva. Y sobre todo:
Lo siento, mis amadísimos, pero amadísimos lectores.
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