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martes, 30 de agosto de 2011

Eva (3)


De círculos potentes sobre su cintura, y un choque inevitable de cadera. Sus jadeos y sudores se intercambiaban así como otro tipo de fluídos de más desagradable descripción y tal vez tacto. Y sus
ojos fieros clavados en su cuerpo ondeándose cual bandera al viento sobre él.
Pensaba aún que era suya, pero las manos de Otto en la cintura inquieta de eva decían lo contrario.
Eva se sentó sobre él, y econtró la comodidad. Sus piernas se posaron a cada lado de las de Otto, y sus manos se juntaron, cuando Eva comenzó a dar pequeños saltos sobre su sexo, cabalgándole con la dulzura que una mente borracha podía albergar en ese momento. Las manos de Otto se alzaron hasta acabar detrás de su cabeza, con las de Eva encima, reduciendo las posibilidades de movimiento casi al mínimo, y no por fuerza, sino por la excitación y el deseo.

Los ojos del jóven se volvieron de color blanco enfermizo, y se sintió tocando las estrellas, aún siendo inmovilizado desde la cadera con el sexo de Eva, y desde las muñecas gracias a las manos delicadas y femeninas de la pelirroja.
Todos los músculos se tensaron hasta su máxima capacidad, mientras Eva continuaba su sensual movimiento, entre gemidos y gotitas de sudor que impactaban sobre el cuello y el pecho de Otto.
Los cristales de las ventanas comenzaron a empañarse. Las gotas de agua que resbalaban por el cristal dibujaban garras acuosas que apenas permitían vislumbrar la negra noche. Los gemidos se volvieron gritos, cuando Eva soltó las manos de Otto, y se incorporó, mostrándole su belleza adolescente, mientras sus amplios tirabuzones bailaban al ritmo del movimiento de su cuerpo.
Otto atravesó el aire como un rayo cno sus manos para agarrar las caderas de Eva con la fuerza justa para que pudiera seguir moviéndose, y ella, entre gritos y jadeos, arañaba el pecho de Otto, el cual esgrimió un pequeño grito de dolor mientras apretaba los dientes a causa de otro tipo de sensaciones, similares, pero diferentes.

Eva sintió como si su cuerpo flotara. Su mente se evadió por una milésima de segundo del universo real, y se deslizó a los brazos de un orgasmo tan potente como una supernova. Gritó, y un sonido gutural, pero tan sensual como unas caderas enfundadas en un vestido rojo, resonó en la habitación, y puede que en la calle.
Echó la cabeza hacia atrás, y no pudo evitar clavar las uñas en los pectorales curtidos de Otto, el cual, esta vez, no se quejó. El chico observó su lunar encima del ombligo, sus turgentes y perfilados senos, y sus caderas estilizadas apoyadas sobre las suyas, y no pudo evitar gemir de nuevo.

El pelo rojizo con destellos naranjas de Eva quedó varios centímetros separada de su espalda, como una cascada anaranjada que despedía un fulgor no propio de la penumbra que caracterizaba la habitación.

- Joder... - Pudo murmurar únicamente, mientras desmontaba del sexo de Otto, y aterrizaba con peso muerto sobre la cama, abrazando al desconocido con el que acababa de compartir su virginidad.

martes, 23 de agosto de 2011

Eva (2)


Eva quería buscar la noche. Hacía ya tiempo que había desistido en encontrarse a sí misma, así que decidió enfundarse en unos vaqueros ajustados y salir. Salir sola.
Una camiseta de tirantes de color negro, con una cremallera en el centro de la parte superior, dejaba entrever un escote peligroso. Además, con el entallado de la cintura, que realzaba sus sinuosas curvas, podía hacer juego con su propósito oscuro.
Se soltó el pelo delante del espejo, y los bucles tan grandes como olas de mar le rozaron los hombros y el pecho. Su melena carmesí se enmarañó un poco.
Se levantó y mirose a los ojos fíjamente. Observó su brillo interno y su verde casi negro, y se dijo: "Eres mía".
Y se equivocó.

Apareció cerca de las 3 de la mañana en un pub en la zona de fiesta de no se sabe muy bien qué ciudad, con casi 4 litros de alcohol en el cuerpo. Con los ojos llorosos, se tambaleaba sin recordar las horas anteriores.
Entró en un bar, y comenzó a bailar con nadie. Movía las caderas al ritmo de la música. Como si su cerebro se hubiera olvidado de todo el alcohol que tenía que asimilar su cuerpo, y hubiera una tregua etílica entre ellos.
Su cabellera pelirroja había decidido que colocarse una y otra vez delante de la cara de su dueña podría resultar, cuanto menos, sexy. De este modo Eva se olvidó del resto del mundo, y se fijó en ella. Continuaba bailando con el aire caliente y apelmazado de aquel garito repleto de jóvenes que miraban su cuerpo moviéndose. Bailaba tan ensimismada, que su excitación comenzó a crecer, y su cuerpo comenzó a hervir.
Seducía hasta a la perversión, la cual aariciaba su cuerpo con envidia. Un cuerpo cuasiperfecto enfundado en unos 18 demasiado apetecibles. Irresistible, se movía Eva.

Apareció a las 4 de la mañana en la puerta de un bloque de pisos, comiéndose a besos a alguien. En ese momento no importaba quién.

Su cuerpo se movía como por inhercia y por inhercia entró al portal, tratando de subir las escaleras, por las cuales tropezó cerca de 5 ó 6 veces hasta llegar a su destino.
Se vio en la habitación de alguien, el cual le agarraba por la cintura, y jugaba con su lengua como niños traviesos en un pueblo. Las manos de Eva trataban de buscar una bragueta, una hebilla, o un botón que poder soltar, mientras las de un desconocido acariciaban la cintura y el trasero de la pelirroja.
La temperatura volvió a subir, y comenzó a perlársele la frente tapada por su flequillo color del fuego. "Soy tuya". Y esta vez, no se equivocó.

viernes, 19 de agosto de 2011

Ella es Eva


Ella era Eva, un caramelo para los sentidos. Una bendición para la vista y el tacto de cualquier hombre. Unos 18 esculpidos por Dios, pero con manos de Diablo. De piel tan pura como el edén. Una dulce tentación era Eva, y un suspiro de terror cuando duele su ausencia. Una cabellera como el fuego, de bucles rizados hasta la espalda, que cubrían casi unos ojos de esmeraldas brillantes y húmedas, aposentadas sobre unos pómulos suaves y no muy marcados que dejaban paso a una naríz perfectamente proporcional. Cuando en la parte de abajo de su boca, un lunar asomaba pequeñito y tímido ante la humillación que pudiera producir estar ante unos labios tan sensuales.
 Con unas orejas casi de punta, pero acordes al tamaño de la cara que intentaban sobresalir entre dos mechones de pelo tan rojo como el sol en la sabana en un ocaso tan especial como Eva.

Su cuello, marcado pero muy fino, con otro lunar en la parte derecha, a unos 4 centímetros de la clavícula, la cual se marcaba muy ligeramente, dando paso a unos senos redondeados por algo superior, y haciéndo alarde del más esctricto significado de la palabra firmeza en una proporción de oro.
A sus lados, brazos enclenques, pero con esencia. Brazos de mujer, delicados y suaves, acababan en unas manos tan delicadas como la más finísima porcelana, con unos dedos largos tampoco demasiado delgados, pero inspirando fragilidad se dejaban caer.
Si también se pudiera afinar el cuerpo de una guitarra, tendría la forma de su cintura. Idónea en proporción, y perfecta en el tacto. De vientre plano y un ombligo hondísimo con otro lunar en la parte superior derecha conforme comienza.

Se apoyaba sobre unos cuartos traseros esculpidos en forma esférica, gluteos que incitaban a la lascivia, y un sensual movimiento que lo resaltaba aún más solía dibujarse a menudo en Eva. Sus caderas, cuya definición perféctamente errónea sería la de estrechas, podían provocar suspiros y jadeos. Un movimiento perfecto en su ejecución, una sensualidad digna de un súcubo que se materializaba circularmente a su alrededor.

Todo esto descansado sobre unas formas esbeltas pero no atléticas. Con la finura de la seda y la elegancia de una dama. Con las rodillas que, sin hoyuelos, se aparecían en mitad de las piernas de Eva, suaves y tersas, jóvenes y llenas de vida.

Eva solía no fijarse en su belleza por miedo a enamorarse. Tenía mucho amor que dar, pero tan inaccesible parecía que, asustada, a sus 18 descansa tranquila, maldiciendo su cuerpo.
Tan insegura como enamoradiza, y tan enamoradiza como bella. Su cuerpo tiembla a cada roce, y se vuelve lasciva a cada noche. Su cuerpo tiembla cada noche, pues la lascivia alimentan sus roces.

Ella es Eva, la niña de mis ojos, y mi conciencia.


lunes, 15 de agosto de 2011

Risas enlatadas


Dormía en una cama de 90, sin sábanas y sin ropa, entre montañas de cajas de pizza y latas de refresco se mecía lateralmente y abrió lentamente sus ojos enrojecidos. Ni "qué pasa" ni "qué hago aquí". Sus manos comenzaron a sudar, mientras se revolcaba y remoloneaba en la cama. De repente soltó una risilla malévola, y su espalda sufrio un escalofrío. Abrió los ojos de par en par, como buscando algo, y su pelo comenzó a deshacerse. Al menos su pelo tal y como lo conocía.

Los mechones negros de más de 10 centímetros de largo caían sobre la cama, mientras el desconcierto reinaba en su cabeza. Y continuó echándose las manos a la cabeza, sentado sobre el sucio colchón, arrancandose toda su cabellera, mechón a mechón, hasta que notó que ya apenas quedaba nada que arrancar. Asustado y con lágrimas en los ojos, enfiló la puerta de su habitación y corrió hacia el cuarto de baño. Encuanto fijó la mirada sobre sus propios ojos, no pudo evitar soltar un grito, el cual se convirtió en una carcajada malévola involuntariamente.
Una mata de pelo rojo había surgido de forma rizada y espontánea sobre su testa, sin ninguna explicación. Y otro escalofrío volvió a recorrer su cuerpo. Se rió de nuevo a carcajada limpia mientras un hormigueo desagradable le recorría la cara, y llegaba hasta la nariz. Cayó al suelo, entre convulsiones y risas, y alcanzó a palparse el rostro.
Observó con su tacto que de la cara le nacía directamente una pelotita del tamaño de un huevo, en lugar de su nariz. Continuó riendo en el suelo, hasta que consiguió levantarse y mirarse al espejo, todavía con la falsa felicidad dibujada en la cara, tratando de tapar su angustia.
Observó un rostro maquillado, con una nariz roja enorme y esférica que nacía directamente de la cara. Dos redondeles inmensamente grandes en las comisuras de los labios de color carmesí muy parecido al de la naríz, y un antifaz negro dibujado en el contorno de los ojos.
Rápidamente y repleto de terror se palpó el rostro, no sin antes mojer sus manos en agua para después comenzar a frotar.
Observó con gran pesar que el maquillaje seguía adherido a su rostro, y lejos de echarse a llorar, comenzó a reír.
Trató de salir corriendo, pero se tropezó por cupa de unos zapatones del tamaño de dos barras de pan que habían aparecido debajo de sus pies, de color amarillo chillón. La angustia y las ganas de llorar recorrían su cuerpo a una velocidad vertiginosa. Casi la misma a la que su corazón latía. Y salió de casa escopeteado como un fotón de luz.
Cuando hubo salido, miro al cielo cubierto de estrellas. Podía verlasa pesar de la contaminación lumínica, y se echó a reír otra vez. Una carcajada que resultaba inquietante y divertida a la vez, y echó a correr calle abajo, riendo sin parar. Con la calle desierta, y las voces de un payaso atormentando al silencio, acababa la noche, y a punto de despertar, siguió riendo.

sábado, 13 de agosto de 2011

Ahora ya sé (Parte 2)

(Ahora ya sé (Parte 1) http://ejercitodepalabras.blogspot.com/2010/07/ahora-ya-se.html)

Ahora ya sé que hay gente más importante que yo, y no sólo para el mundo, sino para mi vida.
Ahora ya sé que las cosas nunca, jamás son lo que parecen.
Ahora ya sé que, aún estando dolido, hay risas que resuenan en mi cabeza, pero que no son mías. Ni de nadie
Ahora ya sé que cualquier persona puede ser el diablo, aunque pudiera parecer un ángel.
Ahora ya sé que, detrás de esos "tengo que irme" había otra persona esperando.
Ahora ya sé que esos tres minutos con una persona amada corresponden más de una hora con una persona non grata para mi, pero deseada para mi vida.
Ahora ya sé que la luz al final del tunel no era una salvación, sino un espejismo.
Ahora ya sé que se puede llorar de tristeza a la vez que se ríe de alegría.
Ahora ya sé que la traición no consigue, sino el odio alimentar.
Ahora ya sé que la impureza del amor se compensa con una sucia mentira.
Ahora ya sé que a los seres humanos, no hay que darles jamás la confianza que te darías a ti mismo.
Ahora ya sé que él tenía más hueco que yo en tu corazón.
Ahora ya sé que en la noche no sólo existía yo.
Ahora ya sé que puedo sentirme dolido. Nunca fue nadie tan audaz, escondiendo la verdad de su fin. Más audacia tal vez, pero ignorante por mi. Qué idiota pude llegar a ser.
Ahora ya sé que no sólo somos dos.
Ahora ya sé que nuestros corazones se separan descosiendo sus uniones de sangre, y dejan de latir.
Ahora ya sé que esa ilusión a tantos kilómetros sólo fue una ilusión. Nada más.
Ahora sé que por bandera llevaba la mentira, y la alimentaba con una traición.

¿Cómo se pretende amar ciegamente? ¿Cómo se pretende disfrazar tanto una actitud? ¿Cómo es posible traicionar tan vilmente a un amor tan grande? ¿Cómo es posible?

Pregunto sabiendo las respuestas, pero sabiendo que nadie va a decírmelas aunque las sepa.
Me siento triste.
Me siento traicionado.
Me siento dolido.
Me siento amargado.
Me siento... no sé ni cómo me siento.
Al menos, ahora ya sé que me siento "algo".