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lunes, 29 de marzo de 2010

Reflexión absurda

Recuerdas la soledad, amarga e incesante penetrando en tu corazón y rompiéndote en mil pedazos desde dentro. Notas como la oscuridad se cierne sobre tí y te abotarga, no escuchas, no ves, y tampoco sientes.
Te da miedo dormir, porque no sabes que terrores te esperan más allá de la región de los sueños, y temes acabar siendo esclavo de tí mismo. Temes temer algo, y el temor se convierte al final en tu amigo, paseas con él, compartes tus cosas con él. Acabas sintiéndote como él, y acabas temiéndote a tí mismo.
Piensas si el problema eres tú, o en realidad son los demás. Te das cuenta de que siendo tú el propio miedo no haces otra cosa que temer, y acabas temiéndote a tí mismo.
Manejas los pensamientos malvados de la gente para crear temor y te sientes bien observando como los demás estan peor que tú.
- ¡Reconócelo!, te sientes bien observando como los demás están peor que tú.
Por supuesto, porque el ser humano en su naturaleza es cruel, malvado y despiadado, y tú haces alarde a todos esos adjetivos. Y acabas temiéndote a tí mismo.
Intentas hacer que la gente que te rodea se hunda en la más absoluta y paupérrima miseria para poder sentirte un poco mejor contigo mismo, pero no haces sino temerte a tí mismo.

Piensas en por qué las cosas son como son, y por qué son así, en vez de como te hubiera gustado que fueran. Piensas en que sólo te queda como consuelo el miedo, y acabas matándote a tí mismo

La cuestión es ganar, pero en su justa medida.

Siempre digo que lo importante es ganar, no participar. Lo importante es entrenar y prepararse para conseguir tu objetivo, porque no sirve de nada quedarse en el camino. Pero a vecez, las experiencias nos juegan malas pasadas, y te das cuenta de que las cosas no son exáctamente como tú pensabas.
Esta conversación la tuve con mi criado, y desde luego, cambió mi vida:

-Sam, ¿alguna vez me has visto fracasar en algo?
- Desde luego que no, señor.
- Soy un hombre de provecho, tengo varias empresas, tengo dinero a raudales, y una casa inmensa, por no nombrar la colección de coches y demás.
- Desde luego es un hombre con poder, jefe.
- Pero... ¿Me has visto sonreir alguna vez, Sam? ¿Has podido percibir algún atisbo de felicidad en alguna mueca esporádica, aunque sea, que haya podido aludir a un estado de ventura? Jamás, Sam. Y no entiendo por qué, hijo. Tengo todo lo que hubiera podido desear, jamás he fallado en nada, y me ha llovido la buena suerte del cielo. Siempre he conseguido lo que me he propuesto y he llevado mis sueños a la realidad con el mayor éxito sin la mayor dificulad. ¿Qué es lo que me falta, Sam? ¡Dímelo!

Sam me miró a los ojos y con un tono solemne y con convicción dijo:

- Señor... Tal vez la solución esté en perder de vez en cuando.

domingo, 28 de marzo de 2010

Nueva versión más realista 2/2

Empezaba a llover oscuridad, y rayos de noche asustaban a los lobos que merodeaban por el bosque.
Caperucita avanzaba temerosa, con la manta roja sobre la cabeza y las manos, procurando calentarse a sí misma un poco. ¿Dónde estaría la casa de su abuela? Llevaba caminando ya más de 3 horas seguidas, y a parte de que ese cazador demente y la alcoholica de su madre le estarían buscando comenzaba a asustarse por los ahullidos de los lobos que escuchaba al horizonte.

Después de otra media hora de arduo camino, vislumbraba entre unos arbustos la esperanzadora esctructura de una casa de madera, una casa poco cuidada y con algún desconchón.
Se aproximaba a la casa y en el interior sin ella saberlo se libraba una intensa batalla.
La abuela de Caperucita estaba escondida en un armario, aterrada ante la invasión canina que había irrumpido en su casa.
Gracias a que la incursión le había pillado guardando unas ropas viejas en el armario había podido esconderse encuanto hoyó un ladrido y el crujir de la putrefacta puerta de madera.
Un lobo de impresionantes dimensiones avanzaba por el diminuto habitáculo de la casa, relamiéndose, pues sabía que había carne fresca, aunque vieja y arrugada, pero carne fresca que poder llevarse a la boca.
La abuela se puso tan nerviosa que le dio por llorar de pánico, y ahí comenzó su perdición. El lobo localizó esas ondas sonoras con su agudo oido, y avanzaba hacia la puerta el armario con hambre, mucha hambre.

Encuanto el hocico del animal tocó la puerta del armario, la abuela salió lo más deprisa que pudo por la puerta contigua, pero su longevidad y su poca forma se notaban demasiado, y no pudo hacer frente a todo el alubión de emociones que se le veía encima, se tiró al suelo, y asustada y entre llantos y sollozos, comenzó a rezar.
El lobo, un inmenso animal negro y gris por la parte inferior, se avalanzó sobre ella, mordiéndole la yugular sin piedad, y la pobre anciana pataleaba en el suelo, llorando lágrimas de sangre, suplicando a Dios que protegiera su vida, aunque sabía que estaba acabada.
El lobo zarandeaba la cabeza de la pobre mujer mientras esta soltaba sus últimas palabras: Unos patéticos gritos ahogados que sólo despertaban lástima, temor, y angustia.
Cuando la abuela hubo muerto, el lobo, ese inmenso animal, se dedicó a morder la cara de la anciana, desgarrándole la piel, y tragándosela sin masticar.
El cuerpo sin vida de la anciana (o lo que quedaba de él, ya que el lobo se había puesto las botas comiéndose su cabeza, un grazo, y parte de sus intestinos) yacía en el suelo sobre un charco de sangre que casi alcanzaba la plenitud del salón.

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Caperucita se acercó a la casa, y en las inmediaciones de la puerta ya preguntaba si había alguien ahí.
La emoción de volver a ver a su abuela se disipó encuento vio un hilo de sangre correr por el quicio de la puerta.
- ¿Abuela? - Las lágrimas empezaban a asomarse por sus ojos vacíos.
- Abuela por favor.. di algo..-
Se acercaba entre lágrimas a la puerta, e iba a coger el pomo de la misma cuando de repente la entrada se abrió de golpe, y el inmenso lobo surgió de la oscuridad del lugar, avanzando on la boca llena de restos de sangre, avanzó hasta un pequeño claro que había unos metros más alante, y después de otear el paisaje se hechó a dormir a la sombra de un árbol.
Caperucita ya se temía lo peor, y su corazón latía a ritmo de Jazz. Entró corriendo a la casa de su abuela, tan asustada que no se dio ni cuenta de los disparos que sonaban en el horizonte.
Frenó de seco, con la planta de los zapatos manchadas de sangre, y observó una mancha negra tendida en el suelo detrás de la cortina que separaba los dos habitáculos que comprendía esa diminuta estancia.
Avanzó lentamente, y su manita agarró el borde de la cortina que se apresuró a correr. Un insoportable grito salió de su pequeña garganta. Estaba viendo el cuerpo muerto de su abuela, mutilado y desangrado, Un cuerpo putrefacto sin cabeza y con las tripas fuera. La niña observaba con horror la mutilación de su propia abuela y tiró la desta de comestibles sobre él, para acto seguido salir corriendo despavorida entre gritos de aquel malholiente lugar.

Caperucita salió de la casa corriendo, sin mirar hacia ningún sitio, con los ojos llenos de lágrimas, y los zapatos llenos de sangre anciana. Corría muy rápido, y como no miraba más que a su propia autointrinsiquedad, se chocó de bruces contra la esbelta figura de un hombre, y cayó al suelo desplomada por el impacto.
Cuando se recuperó del trauma, alzó la vista y observó el inmenso bigote que calzaba el rostro de aquel señor, sus cejas pobladísimas y su poco pelo negro haciéndo remolinos sobre su cabeza.
- ¿Qué te pasa niña? - El cazador había reconocido a Caperucita. De hecho había sido su madre la que le había mandado a buscar a su hija.- ¿No tienes suficiente con lo que te da tu madre que también tengo que atizarte yo?
- ¡Ayuda, un lobo. Mi abuela, por favor!- Sus palabras brotaban de su garganta sin sentido, y repetía lo mismo una y otra vez. Aquellos ojos preadolescentes habían quedado sellados con la imagen de la muerte en su retina para el resto de sus días, y no podía hacer nada para evitarlo.

El cazador fue corriendo hasta el claro donde descansaba el lobo, y con los ojos inyectados en sangre, sacó su cuchillo de la funda de la cintura, y le asestó 25 puñaladas a la bestia mientras dormía. El pobre animal sólo había podido aullar sin éxito, y aquel cazador demente seguía apuñalando el cuerpo del animal con saña y sin piedad mientras gritaba "¡yo sacaré a tu maldita abuela de las entrañas de este demonio, yo!".
Caperucita, horrorizada, no hacía otra cosa, que gritarle al loco y peligroso cazador que parase, por Dios, que parase de una vez.

El cazador no puso fin en su empezo, y después de la centésima puñalada, la pureza de la preciosa hierba que brillaba frente a la luz de la luna se teñía carmesí en un halo bermejo macabro, y las entrañas del animal se desparramaban sobre el césped. El cazador sin ningún escrúpulo, metió la mano en las fétidas y calientes tripas del lobo, y rebuscó durante medio minuto más o menos, hasta encontrar lo que estaba buscando, la calavera de su anciana suegra. Después la elevó, y se la enseñó a la niña, que se tapaba el rostro con las manos.
- Aquí está la vida de tu maldita abuela. ¡Cógela y sé feliz, maldita sea!- El cazador le obligó a sostener la calavera sanguinolienta de su antepasado, y en ese instante, Caperucita Roja, esa pobre niña sin nombre ni identidad, comprendió que la única manera que podía ser feliz era gracias al suicidio.

Nueva versión más realista 1/2

En una cabaña en el bosque, una madre retiene a su hija. Le ha comido la cabeza para que la niña piense que está ahí porque quiere, y porque no le queda más remedio, pero es libre de irse cuando quiera.. Libre excepto por la tiranía de esa demente que mantiene secuestrada a su propia hija.
La niña no ha conocido otra cosa que esa cabaña. Sólo sabe que su abuela fue abandonada por su madre cuando ya estaba demasiado mayor en el bosque, pero consiguió encontrar un albergue abandonado, una especie de cobertizo con un par de habitaciones para resguardarse del frío y poder sobrevivir. Se alimentaba básicamente de una pequeña plantación que tenía en el extremo sur de la casa, por eso su vitalidad era tan apagada y a su alrededor bailaba la muerte con ganas de sacar a alguien a la pista, y ella estaba ya próxima al destino de ser su pareja.

La madre de aquella pobre niña se levantaba todos los días a eso de las 9 y se iba a mantener relaciones íntimas con un viejo cazador que vivía en las inmediaciones, y volvía allá por las 3 de la tarde, para darle cuatro cosas de comer a su hija, como pan duro y leche que sacaba del ordeño de una vaca flaquísima y ya demente que conservaban en un pequeño establo.
Después volvía con su amado cazador hasta la noche. Nunca nadie supo de dónde sacaban los alimentos ni las fuerzas para seguir viviendo, pero la niña ya empezaba a tener hambre, y como consecuencia, a quejarse a su madre:
- Mama.. tengo un poco de hambre.
La mujer le miró por encima del hombro, tumbada en el mugriento sofá que descansaba en el centro de la habitación más grande de la casa leyendo un ejemplar de periódico de hace 3 años.
- ¿Y a mí qué cojones me importa niñata?- dijo después de tirarle el periódico a la cara.
Caperucita Roja no tenía nombre. Ese era su pseudónimo, dado que era la única prenda que su madre le permitía ponerse, a parte de una túnica blanca bastante sucia.
- ¿Por qué no podemos traer de nuevo a la abuelita a casa?- Osó hacer esa pregunta, y su madre se levantó hecha una furia del sofá, tirando a su hija al suelo, colocándose encima de ella, y golpeándole la cara repetidas veces hasta hacerle sangrar.
- ¡No vuelvas a nombrar a esa zorra, o te mato, cria del demonio!-
Caperucita lloraba sangre desconsolada. Sólo le importaba estar con su abuela, que al menos hasta donde alcanza su memoria, ella nunca le había tratado mal (y pensó que precisamente por eso su madre le había hechado de casa).

Caperucita llora en un rincón tres horas después. Su madre está con el cazador montándoselo en el piso de arriba, y Caperucita ya se cansa de escuchar los gemidos, gritos y golpes.
Fue el detonante de esa decisión el escuchar los gritos de su madre
- ¡Fóllame cabronazo!- Se oía desde el piso de arriba.
- parece que mi madre - dijo caperucita en voz alta - tiene la voz hecha mierda de tanto Wiskey. No aguanto más, me voy a buscar a mi abuela.

La niña, con toda la inexpresividad del mundo, metió en una cesta un trozo de pan blando que le había robado al cazador del zurrón, una botella de leche, un cuchillo, y us ganas de volver a ver a su abuelita. Abrió la puerta de su casa y se largó sin decir palabra, puesto que su madre sólo se enteraba de los 95 kilos de grasiento cazador que tenía encima.

el bosque era bastante peligroso. La zona estaba perdida en un bosque de paradero desconocido, y la extensión era bastante amplia. Desde su casa hacia el norte cruzaban dos ríos en paralelo, y 2 kilómetros más al sur estaba la casa de su abuela (si es que seguía viva...).

jueves, 25 de marzo de 2010

Sin título

Sabiduría, creencias, saber o no saber. Quizá creer que sabes. Acertar de pleno en la elección de un camino, o lamentarte toda tu vida por no haber sabido elegir, porque es muy fácil tomar una decisión, pero dificilísimo tomar la correcta.
Piensas que sabes y luego te frustras porque observas que tu sabiduría no era correcta, y al fin y al cabo experiencia es lo que obtienes cuando no obtienes lo que quieres.
Pasar una vida de estudio y aprendizaje para acabar diciendo que daría todo lo que sé por la mitad de lo que desconozco. ¿Para que aprendes entonces? ¿Aprendes para cambiar tu sabiduría que con tamaño esfuerzo has conseguido por algo que no sabes si estará ahí?.

La verdad es que no sé que hago escribiendo semejantes estupideces sin sentido, y nunca se me han dado bien las reflexiones, aunque considero el testo superior como una reflexión, una reflexión sobre nada en general. Incluso se podría decir que este mismo párrafo es una reflexión. ¿Una reflexión sobre mi ínfima capacidad para hacer reflexiones? Dita sea, incluso esa misma pregunta puede ser otra reflexión, bueno, y podría estar así hasta el fin de mis días (que podría ser el tema para otra reflexión.

Reflexión de reflexiones; Así podría bautizar este texto aún sin considerarlo subjetivamente una reflexión, pero creo que es un título demasiado solemne para la sarta de estupideces sin sentido que he escrito arriba. Supongo que eso es la filosofía; reflexiones, contradicciones, y más reflexiones. Algunas sin sentido, algunas con mensaje y coherencia, y otras inteligentes, al igual que otras tan estúpidas que rozan el absurdo salidas de la mente de un loco.

No me considero filósofo, pero sí un loco. Al fin y al cabo todos estamos locos, pero cuando alguien analiza su locura se le llama filósofo, y esta misma reflexión contradice este párrafo en particular, y todo el texto en general.

NOTA: Este texto lo he escrito con suelo y hambre, y en horas de clase, en una hora de guardia debido a un profesor ausente. Por favor, no me lo toméis mucho en cuenta ya que no tiene mucho sentido, y no seáis muy duros con las críticas.

miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Salvación?

Nace como un chico normal, pero desde pequeñito no recibe más educación que la que le dan unos enfermos dementes a base de unas escrituras que hablan sobre la esclavitud y el asesinato del diferente.

Le lavan la cabeza diciéndole que debe acabar con una seria amenaza que se cierne sobre él, sobre su pueblo, sobre su cultura y sus raíces, sobre sus calles, sus lagos, sus ríos, sobre su vida... y su muerte.

Le entrenan en el arte de la guerra, y le convierten en un asesino nato, con el más nimio escrúpulo en acabar con la vida de esa amenaza. Sueña con poder, algún día, acabar con ese lastre que arrastra su pueblo, para poder ganarse una eternidad junto a bellas damas puras y castas. Sueña con convertirse el héroe que salvará a su nación. ¡El gran héroe!.

Cumple la mayoría de edad y reza sus oraciones, ya está decidido: La gran batalla está a punto de comenzar, y él llevará a su pueblo hacia la victoria.
Con un montón de ideas suicidas atadas a su cintura, y un botón en la mano se funde entre el gentío popular de aquella calurosa mañana de Junio en esa pacífica ciudad en el paraje desértico del sur de Asia.

Con un salto y un gesto, aprieta el botón ya dentro de ese colegio en hora punta, destruyendo personas, destruyendo padres, madres, familias, destruyendo vidas. Destruye los brazos, las piernas, destruye el corazón y el cerebro. Lo destruye todo.
Él se creía héroe, pero no era más que una marioneta manejada al antojo de las grandes esferas de poder, que a raiz de su locura, incitan a los niños y a las mujeres a la inmolación para salvar a los "elegidos".

Al-Mushra muere explotando en mil pedazos, llevándose a cientos de niños sunnitas por delante. Él se considera un gran héroe, se considera el enviado de Dios para cumplir con la voluntad que la misma divinidad ordena, pero no es más que un monstruo, nada más que la representación del mal en la Tierra.

Dos cosas para dominarlo todo

- Es una tierra sin igual, es magia. Puedo hacer lo que me de la gana, controlo todo desde arriba.
Puedo crear a quien me de la gana, puedo transformarle también en lo que desee. Poseo dos instrumentos básicos para ello.
Para crear edificios, personas, para crear animales, plantas y futuros. Puedo crear pasados y tornarlos a mi manera. Puedo manejar la humanidad con estos dos instrumentos. Puedo hacer que se desate una tercera guerra mundial, y todas las guerras mundiales que a mí me apetezcan. Puedo hacer que reine la paz, y que las guerras jamás hayan existido. También puedo hacer que alguien se enamore de otro alguien, y que su amor no sea correspondido, y también puedo hacer que pasen toda su vida juntos, e incluso su no-vida.
Con estos dos instrumentos, puedo manejar la humanidad a mi antojo, es mi humanidad personal, y dentro del abrazo de estos dos entes puedo personalizarla a mi antojo.

Si quiero puedo hacer que tú no existas, o incluso, ¿por qué no? que no existiera ni yo. Puedo hacer que no hubiera pasado lo que ha pasado, y puedo hacer que pase lo que no está por venir. Puedo transformar el mundo en un inmenso jardín, o en un desolador infierno.

Puedo ser el hombre más rico, poderoso, guapo, y masculino del mundo, o también puedo ser, dentro del poder de estos dos artefactos, un triste mendigo que acaricia la muerte entre botellas de alcohol y miserabilidad.

- ¿Y cuales son esos dos instrumentos?

- ¿Que cuales son? Un bolígrafo y mi imaginación.

Introducción

Saludos. Soy Daniel Montes, joven "escritor" y amante de las letras.

Creo este blog para poder desahogarme y básicamente, escribir. Simplemente para que la gente lea mis textos, para que los adoren o los odien, para que me critiquen y me juzguen o que alaben y agasajen.
No espero premios, reconocimiento, o cualquier tipo de lucro, las letras son mi vida, mi pasión, y tengo por seguro que serán mi muerte.

Harto de entradas de Tuenti que la gente no valora precisamente por el hecho de estar publicadas en el tablón de una red social, he decidido crear este blog para poder explayarme cuanto quiera sin miedo a comentarios del tipo "ossssea tío, tu tablón mola supermazo".

Únicamente quiero vivir, y vivo escribiendo. Espero que os guste