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lunes, 31 de mayo de 2010

Tus perfidias

Hiciste de mí un hombre maltratado. "Te quiero", me decías, y yo te creí.
Fuiste mi ilusión, y te ayudé a superar tus miedos y la frialdad que te caracterizaba, y tú me mentías con toda la poca vergüenza del mundo durante más de un mes.

Ahora pretendes acallar las voces de tu propia hipocresía autoinsultándote, y haciéndome creer que ya se acabaron las mentiras. Pero si ya me mentiste con algo tan importante para mí... ¿qué no harás con otras nimiedades?¿por qué te atreves a decirme "te quiero" cuando no haces otra cosa que avasallarme?

Has tenido la poca vergüenza de mentirme en la puta cara cuando incluso ya te había pillado, y me pedías que te creyera. Llorando me pedías que te creyera. Y encima jurabas por tu veracidad, como un perro que sólo quiere comer, y no le importa morder cualquier tobillo o gruñir a cualquier persona por conseguir un miserable e ínfimo bocado.

Lloraba, y te pedía la verdad. "la verdad te estoy diciendo ¿Por qué no me crees?" te atrevías a preguntar, valiente tartufa. Con cinismo e hipocresía intentaste calar en mí, y casi me convenzo de tu mentira, pero ahora sé como eres, y puedo jurar que no volveré a sufrir por tí.

Te quiero, si, pero del odio al amor hay una barrera finísima, y tú estás a punto de hacer que cruce esa línea. En la mentira se basa esta relación. La espada de Damocles pende sobre tu cabeza y las mentiras son la crín del caballo que sujeta ese peligroso arma.
Te fías de mi buena fé, y de mi buena persona, pero todo tiene un límite, y cuando reboses ese límite ya no habrá más perdones, sino odio y desprecio hacia tí, porque te lo habrás buscado tú sola, ya que ganártelo ya te lo has ganado.

Llorabas preguntándome el por qué de mi incredibilidad, y mientras sabías que estabas mintiéndome, y te daba igual. Te pedí que lo juraras por tu madre, y lo hiciste, y mientras sabías que estabas mintiéndome.
Descubrí tu horrible y miserable mentira y con la verdad delante de los ojos te atrevías a negarlo, aún así.

Piensa bien cómo me has traado. Piensa bien cómo vas a tratarme, porque no pienso volver a sufrir por tí.

Te quiero. Procura no volver a hacer que eso cambie, porque será la última vez.

domingo, 23 de mayo de 2010

Te odio porque me estoy enamorando

Un amor que se pierde, efímero es y ya se larga por dónde vino.
Nuevas caras se cruzan a tu paso, y lejos, muy lejos esperan tu llegada.
Grandes trenes de ilusión acercan corazones solitarios que por fin, allí se abrazan.
Nuevos ojos a los que mirar de cerca. También nuevos cuerpos a los que abrazar y sentir cerca, muy cerca.
Lágrimas que se escaparon por motivos antónimos de inocencia. Lágrimas que derriten un hielo duro y consistente.
Grandes trenes de ilusión acercan corazones solitarios que por fin, allí se abrazan.
- Te odio porque me estoy enamorando.

El destino trata la vida como un muñeco de trapo, amedrentada por la adversidad de la sociedad, que le corrompe.
La vida llora y sufre, pero una luz se vislumbra al final del túnel.
Una luz lejana que sonríe a más de 180 kilómetros, pero sabes que está ahí. Está ahí.
Grandes trenes de ilusión acercan corazones solitarios que por fin, allí se abrazan.
- Era tan fría..

Olvida ya su anterior ilusión, pues no vale la pena.
Las lágrimas derriten un hielo duro y consistente.

Sentimientos de impotencia cruzan a tu paso, y duermen a tu vera. ¿cuánto tiempo más?
Sólo un contacto y ya intuyes que está predestinada a estar contigo. Sólo un beso y ya sientes que está predestinada a estar contigo. Ahora ella se va, y ya sabes que ella está predestinada a estar contigo.
Grandes máquinas acercan corazones solitarios que por fin, allí se abrazan.

Y una luz sonríe.
Son casi 200 Kilómetros, pero unas grandes máquinas, acercan nuestros corazones. Y allí, lloramos para derretir el hielo. Allí nos besamos, y allí nos abrazamos.







Por ti, porque has conseguido que no exista la distancia, pero que sí exista el amor. Te quiero.
Muchísimo.

domingo, 16 de mayo de 2010

En la soledad espera, y en la soledad escribe.

Un par de amigos, una chica y un chico, pasean por un parque de forma natural una céfira tarde de mayo, hablando de sus cosas.
El chico, de piel marrón oscura y pelo rizadísimo, pegado a su cabeza cual res merina, agarra de la mano a la chica, y los dos se sientan en un banco del parque.
Él le acaricia la cara y acercan sus bocas. La mirada verdosa de la chica se ve tapiada por los párpados, que se cierran para sentir el beso. Sus bocas se muerden y se saborean, y sus cuerpos se acaloran. Una brizna de viento masajea sus rostros, y enfurece el pelo de ella, que se enmaraña sobre la cara, incomodándoles, de modo que el muchacho prefiere besar el cuello de ella. Agacha su cabeza, mientras la chica alza la suya, y se muerde el labio inferior, respira fuerte, muy fuerte.
Notan que la situación se les va de las manos, así que él decide intervenir atrevida e ilícitamente, pues es mayor de edad, y la inocente locuela a la que está besando y manoseando sólo tiene 15 años.
-¿Seguimos en mi casa? – pregunta él, descarado.
Después de 5 minutos andando a paso ligero, llegan al portal del bloque de pisos donde vive el chico negro, y sin más dilación, suben las escaleras corriendo, con las ganas corriendo por sus venas.
Se encierran en su habitación. Él se quita la ropa, y ella responde en idénticos términos. Besos, caricias, abrazos, tequieros que vuelan y gemidos casi guturales ofrecen una lasciva escena digna de ruborización.
Ella, encima de el cuerpo poderoso y torneado de él, se mueve sensual, incitando a la perversión, y él sujeta su cintura como si de una guitarra se tratara.
Supuran hormonas adolescentes por todos sus poros, mientras la inocencia de la chica se escapa por el miembro poderoso y viril del joven, pero disfrutan aún así.
Sus cuerpos chocan en un acuerdo tácito de lujuria, y el clímax se acerca.

Caen rendidos a la cama. Silencio, sólo se oyen las fuertes respiraciones y los pequeños atisbos de gemidos que quedan aún en el aire cargado de esa habitación.
- Ni se te ocurra encoñarte de mí – Comenta ella, sabiendo el mal que acaba de cometer, liberando la caja de Pandora de los sentimientos rotos de otro joven que espera que le llame para hablar con ella, y decirle que le quiere.
Un joven, aguarda solo y taciturno en su habitación, mientras ella disfruta de la compañía y la potencia sexual de un moreno alto y atlético. El chico solitario come helado delante de una pantalla que, desde hace mucho tiempo, es su única compañía.
Derrama abundantes lágrimas, y espera para poder hablar con ella, sin saber que no hablaría con la misma persona, sino con un súcubo impuro, vencido ante las tentaciones de la carne. Sin saber que todo lo que ha llorado por esa persona sólo sería el comienzo. Sin saber todavía, que va a sentirse humillado, que va a sentirse triste, que va a sentirse apenado, que va a sentirse mal, muerto, ahogado, mutilado de brazos y piernas, ciego, sordo, y mudo. Sin saber que el cielo se le caerá encima provocándole épicos llantos y sollozos. Aguarda llorando, en silencio.
En la soledad espera, y en la soledad escribe.

viernes, 14 de mayo de 2010

Mala época

Sin ganas para escribir, ni relatar, ni nada. Sin energía ni en las yemas de los dedos para crear historias o relatos.
Sin inspiración ni ganas. Mi mente la ocupan otras muchas cosas.

Lo siento.

domingo, 9 de mayo de 2010

Las apariencias engañan. Parte 2 (otro contexto)

Entró en la consulta y se sentó en el diván.
El psiquiatra, con el que ya llevaba 4 años, no se sorprendió al ver sus ojos hinchados por los sollozos que habían entristecido tan paupérrima existencia.
-Bueno… Cuéntame, ¿qué te trae otra vez por aquí?.
La voz aflautada del psiquiatra le relajaba bastante. Y sentía comodidad a su lado, alguien con quien poder desahogarse sin temor a represalias.
-No puedo más.. Cada vez que intento hacer algo bien me sale todo mal, y se enfada conmigo.. me insulta, me ningunea, me humilla.
Hablaba levantando las manos, y con la voz temblorosa, intentando no llorar. La adversidad le podía, y necesitaba contarlo todo. Continuó su relato:
-¿Sabes? Cuando llego a casa de trabajar y le digo que le quiero, sólo me dice que me calle y que no le interesa. Comemos en silencio y me hace el vacío. Cuando intento hacer algo que le agrade sólo recibo insultos. Le hago regalos y los tira a la basura. Y… empiezo a tener miedo.
-Bueno, sabes que eres la persona con más fuerza de voluntad que conozco, y que me alegro de que tengas el valor de venir a contarme todo. ¿Sabe que comentas esto conmigo?
-No, no sabe nada. Imagínate que se lo cuento.. Es capaz de… de.. no sé…
El psiquiatra vaciló.
-¿Qué temes?¿Qué es lo que te preocupa?
Comenzó a llorar. No podía soportar la presión, y las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos tristes. Mientras intentaba tranquilizarse, comenzó a escupir convulsas palabras.
-Tengo miedo de lo que pueda pasarme físicamente. Mi mente ya la ha destruído, así que tengo verdadero temor de lo que pueda pasar.
-Eso no debería preocuparte, ya que tu complexión física es más completa que la suya. ¿No?
-¿Y qué? Puede coger un cuchillo y matarme mientras duermo. O puede echarme arsénico en la comida. O incluso podría pagar a alguien para que lo hiciera.
El psiquiatra no se inmutó ante tamañas acusaciones, pero preguntó:
-¿Le ves con una mente tan malvada como para hacer algo así?
-¡Mírame! – Se señalaba con las manos, y se miraba de arriba abajo, de los pies al pecho (lo que alcanzaban sus ojos hechos fuente) – Me ha convertido en la desgracia personificada. Cuando me casé soñé en ser feliz, en tener dos hijos y un perrito, con una casa en el campo, y poder ir los domingos a comer a casa de mi suegra. Quisiera que al llegar a casa y que me abrazara, que me preguntara qué tal el día, y que cenáramos juntos enfrente de la chimenea para luego tumbarnos en un inmenso sofá para ver el crepitar del fuego reflejado en nuestras pupilas mientras acariciamos el pelo de nuestros hijos dormidos…
-Eso es muy bonito, pero debes llegar al mundo real para poder superar tus problemas. ¿Por qué no lo denuncias?
-¿Crees que me harían caso?
-¿Y por qué no?
Dudó antes de hablar, pero al final encontró las palabras adecuadas para seguir llevando esa conversación con entereza.
-Hay muy pocos hombres maltratados.
-Y muchas mujeres más crueles de lo que nos imaginamos Bruno, pero eso no puede ser óbice para que no te atrevas a denunciarle. Ella se lo merece.
Se levantó del diván y se secó las lágrimas. Inspiró. Le dio un abrazo a su psiquiatra, y después de 5 minutos de arenga, como si de un Marine en plena zona de guerra se tratara, salió de la consulta, con su pecho y su valor por delante, dispuesto a cambiar su vida, su triste y maltratada vida.

domingo, 2 de mayo de 2010

Diario de un Camarada (Parte 2)

Diario del Sargento D.M.M. 23 de Abril de 2011 (grabado en radio).

-Conexión entrante-

Acabamos de volver después de 6 meses de trabajo. No fue nada serio, pero tampoco se puede decir que lo hayamos pasado bien.

El primer mes estuvimos haciendo ejercicio como unos locos, hasta que a Ramirez se le partió un brazo levantando pesas. Se ve que 100 Kilos eran más de los que podía soportar, y cuando intentó levantarlos, el brazo se le dobló hacia atrás emitiendo un sonido poco agradable. ¿Alguna vez habéis partido una nuez? Haceos idea.

El segundo mes lo pasamos en una especie de convoy de la cruz roja. Estábamos escoltando a los vehículos que trasladaban heridos a la base médica para que no ocurriera nada. Una vez rehabilitados y curados les devolvíamos a sus ciudades natales. Un niño me preguntó:
- Señor, ¿por qué lleváis armas si nosotros somos buenos?.
No le contesté. No por otra cosa, sino porque no sabía muy bien qué contestar.

El tercer mes lo pasamos en el perímetro de una escuela sunnita, donde unos musulmanes radicales habían secuestrado a una clase llena de niños.
Al final conseguimos sacarles gracias a diversas negociaciones. Pensé que las cosas se nos iban a ir de las manos y que esos pirados con turbante comenzarían a masacrar a esos pobres cuerpecillos, pero llegamos a un acuerdo con muy buen criterio y todo salió a pedir de boca. Los asaltantes están en una prisión pendientes de juicio.

El cuarto y quinto mes los pasamos a la intemperie en un ejercicio de supervivencia natural en el desierto afgano. Hubo 4 desmayos, un herido por un animal salvaje y yo casi la diño de una insolación. El agotamiento y la sed extrema casi nos vuelven locos, y por poco acabamos peleando por la última cantimplora de agua.

El sexto mes lo pasamos recogiendo todo el campamento y preparando los helicópteros y aviones para volver a casa. Ahora tengo un mes de vacaciones, 16000 € más en la cuenta, y la sensación de haber vuelto a nacer.

Parece mentira que hayamos estado de maniobras en Afhganistan.

-Cierre de conexión-