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sábado, 28 de julio de 2012

El saber duele.


Hay una especie de basura en mi ánimo que me impide pensar en cosas alegres. Supongo que ya he empezado a deshacerme por dentro, de una forma u otra. Es como una especie de vacío del que no puedo salir. No se puede salir de un lugar que jamás ha existido. Como vagando por la nada, sólo viendo sombras, escuchando gritos de terror y auxilio, observando caras monstruosas que sólo me piden que deje de sentir.
Me muero por hacer miles de preguntas a la nada. Preguntas de las cuales no quiero saber la respuesta.

Soy sólamente otra sombra más en este bosque perdido. Alejado de la mano de Dios. Aquí no hay nada, sólamente oscuridad, y unas manos ensangrentadas que aporrean teclas sin cesar, pero no escriben nada. La inspiración se está yendo, y siento que de mi sólo quedará la sombra de lo que fui, una cáscara muerta y vacía con un alma brillante que se evaporó cuando la oscuridad y la podredumbre la hubiera consumido por completo.

Siento a mi corazón latir odio, rencor, y resentimiento por pasados que ni siquiera me pertenecen, con arena en la sangre.

En este baile de sombras macabras, sólo me queda esperar, completamente solo, abrazado a las horas, escuchando al tiempo pasar, y susurrarme al oído que la mente también tiene fecha de caducidad, y que la mía está próxima.
Con las manos temblorosas, con la sangre brotando por todos mis poros. Un ente lacerante que sólo puede limitarse a escribir, y a pensar en lo que escribe.
Aquí, en la más absoluta soledad, rodeado de gente.


Queremos saber, sabiendo que si sabemos, dolerá.

domingo, 1 de julio de 2012

Arena en la sangre.


Camino empedrado hasta el corazón, con arena en la sangre, porquería que se filtra a duras penas por una rejilla formada con las raíces de los más oscuros pensamientos.
Y nadie se atreve a limpiarla, es una permanente sensación de latente oscuridad, esperando el momento para manifestarse con todo su ímpetu.

Una sensación existente sólo en la imaginación de una conciencia muy enferma, ya casi terminal, a un nivel que se escapa de lo físico, pero que aún así es apreciable.


La sensación de notar la sangre, negra como el futuro de una demencia similar a esta corriendo por tus venas, sucia, grasienta. Esencia vital que no parece lo que es.
Con arena en la sangre, diminutas piedras que chocan contra las paredes de las venas machacadas por el dolor y la adversidad a cada latido, y laceran aún más aquello que se considera, en una comparación física, a los sentimientos.

A toda velocidad, recorriendo cada rincón no necrosado del cuerpo, riéndose y comiéndose tus entrañas.
Arena en la sangre. Arena de un tiempo pasado que, de hecho, no fue mejor, como suele decirse. Y si aquel tiempo pasado no fue mejor ¿Cuándo podremos decir que cualquier tiempo pasado fue mejor? Todo resumido en un suspiro, el nivel ulterior de lo desesperante.

Llora arrepentido el pasado allí dónde ya esté, pues su recuerdo sigue amaneciendo, día tras día. En un Sol oscuro y despreciado, pero inevitable. Su puesta ocasiona apacibles sueños, y su retorno las más terribles pesadillas, con los ojos abiertos. Morir pensando y no sintiendo, y la única vía de escape se esconde tras el horizonte siendo la entelequia del sufrimiento.

Arena en los ojos, de una velada de martillazos insensibles, de letras sangrantes tocadas al aire hasta su visión en un papel que se vuelve triste al leerse tatuado con tales demencias.


Insomnio, y sangre sucia que contamina más y más el corazón a cada momento. Ideal para escribir.