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jueves, 5 de septiembre de 2013

Psicótico amanecer.

La repulsión y el asco a veces se hace insoportable. La hedionda y miserable manera del actuar de la ignorancia a veces remueve los instintos más psicóticos y terribles que, queramos o no, descansan en cada uno de nosotros, como una bestia dormida, latente, esperando el resurgimiento desde el infierno, con un cuerpo humano como vía de escape. A veces, la ira y la furia ciegan tanto que es imposible pensar con claridad, y tus manos se manchan de sangre caliente, contrastando con la frialdad de tus actos. La hueles y la saboreas, pruebas ese delicioso manjar en una amalgama de sentimientos que ya no duermen en el sentimiento humano, sino en un lecho de carbón ardiente y azufre esperando volver a saciar la sed y el hambre que la violencia despierta dentro de ti. El sentimiento más oscuro que puede albergar una mente humana.
Esas voces que cada vez se hacen más fuertes. Cada vez te dominan más, cada vez te piden más sangre, más violencia. Que día tras día lloran desesperadas para que cedas a su chantaje, manipulando tu cerebro hasta el punto de dejar al corazón decidir por ti, perdiendo toda la humanidad que queda en tu interior, notando cada mililitro de sangre recorriendo tus venas, escuchándole tragar y jadear después de cada trago. Escuchando a tu corazón, marcando con tambores de guerra, el paso de tus acometidas violentas, gritándote desde lo más profundo de tus entrañas, pidiéndote la saciedad, ordenándote el asesinato, la tortura, la crueldad. La piedad... la piedad es para los débiles.  Incontrolable, imposible de manejar, como un autómata poseído por sus miedos, por su propio terror, por el terror que tú mismo cosechas. Con las cadenas que ataban tu cordura marcando tus muñecas y enrojeciendo los rumores que se abalanzan sobre ti despojándote de tu ropa y de tu protección, dispuesto a lanzarte al campo de batalla en plena enajenación colérica. Y ellas, ¡ellas no se callan ni un segundo! no las oyes, pero las sientes dentro burlándose de ti, recorriendo tus oídos tímidas y suplicantes para no darte a entender tu enfermedad tan directamente, esa dulce enfermedad, tan refrescante y tan oscura. Sólo quieren que liberes tu ira. Solo contra el mundo, lleno de vida, pero vacío de humanidad, deseando sentir la sangre tibia escurriendo por tu cara, por tu cuello. Deseando sentir la sensación de poder al segar almas sin compasión, deseando dar rienda suelta a tus instintos más primitivos. Sentir miedo de ti mismo, mirarte al espejo y sólo ver una sombra de lo que la bondad fue en su día. Ver corrupción y muerte...y sonreír.
 En la tortura, en el fuego, en la súplica de unos ojos vacíos y temerosos, en su reflejo estás tú, temible y despiadado. Disfrutando. Convirtiendo en un drenaje macabro el dolor inhumano de tu víctima en un placer indescriptible estallando en tu pecho, mientras tu corazón ríe entre jadeos y convulsiones. A cada grito más sonrisas, a cada sonrisa, más energía pura recorriendo con arena y sal tus venas, narcotizando tu sistema nervioso, sintiendo el placer del dolor, con los ojos inyectados en sangre, perdiéndose en la inmensidad de un psicótico amanecer.
La necesidad de mezclar fluídos, de notar cómo los vapores se desprenden de su cuerpo inerte, abierto como un libro, supurando y formando charcos de esa esencia en la que quieres ver sumergido tu cuerpo, siempre necesitas más. La exploración de sus entrañas aún calientes, rozando el abrasamiento. Empaparte de su vitalidad, sentir que aún con sus tripas desparramadas por el suelo sigue suplicando por su vida. Su sueño y su silencio te dará el vigor para mantenerlo consciente todo lo posible, que disfrute contigo, que disfrute de la belleza de la muerte y del dolor, que sienta su miserable relleno lejos de su cuerpo, que consiga la ubicuidad en lo carnal y que su mente sepa asociar el acto divino con su desesperación. Como un verdadero Dios, juez y verdugo, asesino y justiciero. La orden y el caos.
Y sólo así, la paz con tu conciencia, conciencia negra, manchada. Conciencia triste e intranquila. Pero las voces permanecerán calladas.

7 comentarios:

  1. Diooooos! Sin palabras. Mientras lo iba leyendo iba sintiendo miedo y eso, me gusta. Llámame masoca o lo que quieras pero, me encanta. Sublime.

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  2. Me quito el sombrero. Grande. Muy grande.

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  3. Sublime, increíble descripción, como siempre, e incluso mejor.

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  4. Es de los primeros textos que he leído, y me ha dado mal rollito a la vez que bueno, es raro de explicar, pero me ha encantado.

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  5. Genial. Yo llevo un tiempo atascado sin escribir nada.
    Mi más sincera enhorabuena por este texto.

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  6. Sublime, me ha recordado mucho a las entradas del principio, estos texto me inspiran. De verdad, sublime.

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