La tipografía es la ropa de las letras, y su sastre es el encargado de transformarlas en belleza. Crea letras, crea frases, crea líneas, crea párrafos, crea textos, crea libros, pero crea algo. No hay nada más maravilloso y locuaz que transmitir belleza con símbolos cicateros sin atractivo. ¡Escribe!
Si te enteras de que alguien está usando los textos de este blog como si fueran de su propiedad, te ruego que me lo notifiques para tomar las medidas oportunas. ¡Gracias!
miércoles, 21 de abril de 2010
Ocurrencias
La violencia y el machismo. La inteligencia y la ignorancia. La pederastia y los curas. La porcelana y sus formas. La gama cromática y sus matices. Los humanos y sus defectos. Los defectos de los humanos. La materia y la antimateria. Los metales y los no metales. La indiferencia y la adversidad. Las armas y su belleza. Las armas y los muertos que provocan. Los deberes y la pereza. Los padres y el amor. La comida basura y el agua. Los textos con sentido y los textos sin sentido. El pasotismo y el darse por aludido.
lunes, 19 de abril de 2010
Amor, verdadero amor.
Y la inocencia se va, y la perversión se asoma. Y él piensa que es amor verdadero.
Él y ella preguntan. "¿está bien esto que hacemos?", "claro que sí, déjate llevar". Y las horas pasan volando entre mares de pasión y desenfreno. Y él piensa que es amor verdadero.
Una mezcla de miedo y placer ataca sus corazoncitos, y, qué remedio, se deja llevar. Se deja llevar por él.
En la cama, las sábanas se arrugan, como los ceños al descubrir seas nuevas sensaciones. Tal vez demasiado pronto para ello, pero ya no hay marcha atrás. Y él piensa que es amor verdadero.
La inocencia ya dice adiós, y aparece la lujuria, que trae de la mano la imposibilidad de crear vida ya. Y la perversión se asoma. Y él piensa que es amor verdadero.
"Os quiero", les dice, "sois mi futuro y el de todos", se miran, nada más.
Miran con impotencia como sus cuerpecillos se vuelven sexo y como ese hombre les habla con voz grave y familiar. Y él piensa que es amor verdadero.
Se encierra en su enfermedad mental. Odia a gays, lesbianas, rebeldes y agnósticos. Y él piensa que es amor verdadero. Odia a comunistas, anarquistas y musulmanes. Y él piensa que es amor verdadero. Piensa que la homosexualidad es una enfermedad, pero para un cura, violar a un crío no. Y él piensa que es amor verdadero.
Él y ella preguntan. "¿está bien esto que hacemos?", "claro que sí, déjate llevar". Y las horas pasan volando entre mares de pasión y desenfreno. Y él piensa que es amor verdadero.
Una mezcla de miedo y placer ataca sus corazoncitos, y, qué remedio, se deja llevar. Se deja llevar por él.
En la cama, las sábanas se arrugan, como los ceños al descubrir seas nuevas sensaciones. Tal vez demasiado pronto para ello, pero ya no hay marcha atrás. Y él piensa que es amor verdadero.
La inocencia ya dice adiós, y aparece la lujuria, que trae de la mano la imposibilidad de crear vida ya. Y la perversión se asoma. Y él piensa que es amor verdadero.
"Os quiero", les dice, "sois mi futuro y el de todos", se miran, nada más.
Miran con impotencia como sus cuerpecillos se vuelven sexo y como ese hombre les habla con voz grave y familiar. Y él piensa que es amor verdadero.
Se encierra en su enfermedad mental. Odia a gays, lesbianas, rebeldes y agnósticos. Y él piensa que es amor verdadero. Odia a comunistas, anarquistas y musulmanes. Y él piensa que es amor verdadero. Piensa que la homosexualidad es una enfermedad, pero para un cura, violar a un crío no. Y él piensa que es amor verdadero.
sábado, 17 de abril de 2010
Auto de fe. (un poco raro)
Una acusación. Ojo abierto y dedo que señala.
Se lo llevan preso con las manos atadas a la espalda mientras la gente le insulta, le escupe, le tira piedras y otros objetos.
Le sientan ante el tribunal de la Inquisición, y le declaran culpable de herejía. ¿Pruebas? su autoengaño.
Ya en las mazmorras de tortura le instan a confesar. "¿confesar qué?" Pregunta él. "No mientas, hereje, estás al servicio de satán" replica el inquisidor. "Siervo y esclavo de cristo nuestro señor".
El inquisidor se va, y el látigo azota su espalda. La muerte ronda por allí cerca, pero no se atreve a acercarse aún.
El duro cuero del látigo penetra en su piel, abriendo más las heridas, haciéndole sangrar, y manchando el suelo de ese mugriento sótano de piedra.
"¿cómo nos libramos del hereje?" Se pregunta Torquemada, cruel y sonriente.
Una idea brilla en su enferma cabeza, y con las heridas todavía latiendo, sacan al reo de las mazmorras y le dirigen hacia el Toro de Falaris.
No opone resistencia, pues sabe que si lo hace será peor. Se mete dentro del toro de metal, y las puertas se cierran. El fuego debajo suyo comienza a arder.
Comienzaa a subir la temperatura, y Torquemada ríe.
El preso comienza a gritar. Ampoyas se levantan en su piel, reventando y supurando sangre. La victima grita, y el toro emite sus macabros alaridos en forma de mugidos.
El preso se deshace vivo dentro del toro infernal que le cocina a fuego lento. La muerte le llega derritiendo su cerebro. Y el inquisidor ríe. Y nadie hace nada. Y Dios observa, observa cómo son sus abominables creaciones.
Se lo llevan preso con las manos atadas a la espalda mientras la gente le insulta, le escupe, le tira piedras y otros objetos.
Le sientan ante el tribunal de la Inquisición, y le declaran culpable de herejía. ¿Pruebas? su autoengaño.
Ya en las mazmorras de tortura le instan a confesar. "¿confesar qué?" Pregunta él. "No mientas, hereje, estás al servicio de satán" replica el inquisidor. "Siervo y esclavo de cristo nuestro señor".
El inquisidor se va, y el látigo azota su espalda. La muerte ronda por allí cerca, pero no se atreve a acercarse aún.
El duro cuero del látigo penetra en su piel, abriendo más las heridas, haciéndole sangrar, y manchando el suelo de ese mugriento sótano de piedra.
"¿cómo nos libramos del hereje?" Se pregunta Torquemada, cruel y sonriente.
Una idea brilla en su enferma cabeza, y con las heridas todavía latiendo, sacan al reo de las mazmorras y le dirigen hacia el Toro de Falaris.
No opone resistencia, pues sabe que si lo hace será peor. Se mete dentro del toro de metal, y las puertas se cierran. El fuego debajo suyo comienza a arder.
Comienzaa a subir la temperatura, y Torquemada ríe.
El preso comienza a gritar. Ampoyas se levantan en su piel, reventando y supurando sangre. La victima grita, y el toro emite sus macabros alaridos en forma de mugidos.
El preso se deshace vivo dentro del toro infernal que le cocina a fuego lento. La muerte le llega derritiendo su cerebro. Y el inquisidor ríe. Y nadie hace nada. Y Dios observa, observa cómo son sus abominables creaciones.
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