Todos los textos que se muestran en este blog son originales, y creados por Daniel Montes, administrador y creador del blog. Si ves cualquiera de estos relatos o textos en otra página que no sea esta, NO pertenecen a esa persona, y significa que han sido copiados.
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lunes, 9 de mayo de 2011

Qué pesadez

"¡EEEEEH! ¡eeeeeeeh!
Pásala, joder. (Risa increíblemente aguda y asombrosamente realista para ser falsa). ¿NO juegas?
¡Bam!¡Bam!¡Bam!
¿A dónde vas? ¡Que me voy a comprar chuches!
Santiagoooooooooo (acento sudamericano cerrado, parecido al mexicano, pero sin ser mexicano).... silencio.... de nuevo: Santiagoooooooo.
¿Quéeeeee?
¡Bla bla bla bla bla (balbuceos constantes sin sentido) Marianaaaaa!
Vaaaale mamáaaaaa.
¡Bam!¡Bam!¡Bam!
(Risa forzada de nuevo)
¡EEEEEEEEH!
(de nuevo la risa y otro golpe)."

Bueno, eso es lo que estoy escuchando ahora mismo en este preciso instante, y así cada día, prácticamente desde las 3 y media de la tarde hasta las 11 ó 12 de la noche. Lo siento, pero así no puedo escribir.

martes, 3 de mayo de 2011

Exprime pensamientos

Coge un pensamiento, cualquiera sirve, cualquier cosa que tengas en la cabeza. Un pensamiento algo grande, esfuérzate un poco. Piensa en esa idea mientras sigues leyendo.

Seguro que te ha pasado alguna vez que estás leyendo un libro con toda tranquilidad y no te das ni cuenta de lo que estás leyendo, obligándote a subir la vista y releer lo que antes habías leído. Cuando lees y piensas en otras cosas, y necesitas volver a conectar y releer lo escrito.

Seguro que te ha pasado alguna vez que, sin saber por qué, desconectas de la historia que estás leyendo para sacar tus propias elucubraciones sobre un tema, generalmente, ajeno a la obra.
Pues eso es lo que quiero que hagas. Coge una idea que esté latente en tu cabeza, una idea buena, un pensamiento agradable, un recuerdo placentero, y piensa en él mientras lees esto.
Vamos, exprime ese pensamiento, saca la esencia de la idea de tu cabeza, pero sin dejar de seguir estas líneas.

Seguro que no quieres que se acabe el texto para poder seguir con la mirada semi-perdida las letras mientras piensas en tus cosas, en esa idea que rebota en tu cabeza. No te preocupes. Al fin y al cabo estaba hablando de ese fenómeno, así que no te has perdido nada interesante, querido lector.
Seguro que tanto los escritores nobeles como a los grandes les pasa lo mismo.

¿Ya has terminado de aplastar ese pensamiento para sacar su esencia? Creo que no.
 Vamos, sigue pensándolo. Sácale todo el provecho a tus ideas, y haz que fluyan por tu mente.
 Dale la celeridad que merezca a cada pensamiento, y madura las ideas que estás pensando mientras lees este texto. ¿Eres capaz? Seguro que sí, así nació este texto de hecho.
 Con el profesor de informática hablando y hablando y hablando […] y hablando, y mientras le estaba escuchando, pensando en mis cosas. Es decir, podía entender lo que decía, escucharlo, y entenderlo, y aún así estar pensando en mis cosas completamente abstraído del resto del mundo, tal y como a veces me pasa con los libros.
Con cualquier libro.

¿Has conseguido sacar algo en claro, por nimio que sea? Tal vez necesitemos, entonces, libros con palabras sin sentido. Con cohesión, pero sin coherencia, para poder pensar en nuestras cosas. Es decir: Un libro de tamaño medio pero sin título ni historia, tan sólo frases sin sentido, todas juntas, con sus párrafos, sus capítulos, y su “historia”, pero sin coherencia. Sólo para sentir esa sensación de placer-frustración que actúa en nuestra cabeza cuando lees, y no sabes lo que estás leyendo porque estabas madurando ideas dentro de tu cabeza. Deberían existir.

domingo, 1 de mayo de 2011

Oda a ella

Me llevó dentro de su vientre durante nueve largos meses. Conectados por un cordón, mientras me alimentaba de ella, y nuestros corazones se sincronizaban. Aguantó los vómitos y las arcadas mientras yo estaba dentro, y sonreía al poner la mano sobre su barriga y notar mis patadas. Notaba como mi vida se iba gestando dentro de ella, y sentíamos calor el uno del otro.

Quise nacer, quise salir al exterior para conocer a la persona que me tuvo en su cuerpo tanto tiempo, y deseaba que saliera para quererme y cuidarme. No se enfadaba cuando le golpeaba inconscientemente con mis manitas de bebé, ni cuando le mordía cuando me alimentaba. No se enfadaba cuando, en mitad de la noche, mis llantos despertaban a todo el vecindario, y me abrazaba hasta que conseguía calmarme. No se enfadaba por nada, y me acurrucaba en su seno dándome el amor que sólo una madre puede dar a su hijo.
Estuvo ahí para alimentarme, para enseñarme a hablar, a correr y a caminar (por ese orden). Me acariciaba las cejas posadas sobre mi piel de pelusa hasta que me quedaba dormidito, y después me daba un beso en la frente y volvía a la mañana siguiente para comenzar otro día juntos.

Sufrió como María cuando me veía llorar en épocas de desesperación. Miles de llantos que me hicieron morir un poco más, y darme asco a mí mismo. Pidiéndole perdón una y otra vez en silencio, sabiendo que me perdonaría. Lloró por mí tanto como no se merecía llorar, y  mi vida se apagaba a cada llanto. En esos tiempos oscuros, una sonrisa de mi madre bastaba para volver a creer en la humanidad, para volver a levantarme otra mañana y saber que ella estaría ahí para darme un abrazo.

Me dio la vida, y me la da cada día. Formó mi cuerpo dentro del suyo, y me dio una existencia, me dio un cuerpo terrenal, físico, real, con el que poder amarle, y llorar tratando de explicar sólo con palabras todo lo que siento por la cuna de mi razón de ser. Pero aunque las lágrimas mojen las manos con las que escribo, jamás podrán emborronar lo que mi madre me ha dado.

Los amigos, las relaciones, los objetos o incluso en ocasiones, los conocimientos, vienen y van, pero el amor que siento por mi madre jamás podrá evaporarse. Jamás se disolverá, y nunca podré separarme de mi matriz. De la persona que me dio la vida, y me da un motivo para no perderla después de habérmela ofrecido, aunque la daría por ella. Se sentaba a mi lado cuando me veía llorar, me secaba las lágrimas, y lloraba conmigo.

Una rosa, un texto, una joya... son símples objetos que puedo regalarte de forma física, pero jamás podrán, bajo ningún concepto, igualar todo lo que tú me has regalado: Mi vida, mi madre.

Te quiero, mamá. Tu sonrisa me da la vida otra vez más.