No hay despedida. No hay posibilidad. No hay cariño.
Sólo hay un adiós, y no es el último, inexplicablemente. Sólo hay lágrimas escurriendo por una mejilla, y unas imágenes emborronadas.
Mucha distancia. No hay ternura ni ilusión, sólo hay lágrimas.
LLorando, solo, en las escaleras de la estación, y el tren se fue silvando detrás. Recordaba como sólo un "¡Adiós, lo siento!" habian sido las últimas palabras de ella, y corriendo, se había metido en el tren. Después de un tiempo, no sabía con certeza cuánto, se levantó y sin molestarse en poner música con su MP3, se largó de allí a paso lento, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja.
Y un hilo rojo emerge de la muñeca rompiendo la piel.
NOTA: Siento la brevedad. No me siento con ganas de escribir nada.
La tipografía es la ropa de las letras, y su sastre es el encargado de transformarlas en belleza. Crea letras, crea frases, crea líneas, crea párrafos, crea textos, crea libros, pero crea algo. No hay nada más maravilloso y locuaz que transmitir belleza con símbolos cicateros sin atractivo. ¡Escribe!
Si te enteras de que alguien está usando los textos de este blog como si fueran de su propiedad, te ruego que me lo notifiques para tomar las medidas oportunas. ¡Gracias!
Las despedidas siempre son dolorosas, pero no tiene por qué ser todo tan trágico. Simplemente es el final de una etapa y el comienzo de otra.
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