Todos los textos que se muestran en este blog son originales, y creados por Daniel Montes, administrador y creador del blog. Si ves cualquiera de estos relatos o textos en otra página que no sea esta, NO pertenecen a esa persona, y significa que han sido copiados.
Si te enteras de que alguien está usando los textos de este blog como si fueran de su propiedad, te ruego que me lo notifiques para tomar las medidas oportunas. ¡Gracias!

lunes, 11 de octubre de 2010

Torturas nazis. (parte 2)

-Vas a decirme quién eres y qué hacías aquí - Dijo Gerald con su intimidatorio tono grave - Y me lo vas a decir ahora, si no quieres que tome medidas más drásticas.
La mirada del recluso fue elévándose gradualmente, hasta coincidir con las pupilas negras y penetrantes de Gerald, que se encontraba a escasos centímetros de él.
Acto seguido, sin mediar palabra, le escupió en la cara.
- Antes muerto - Jadeó.
Gerald no se inmutó por el proyectil salivar que había recibido, símplemente cerró los ojos, y con un suspiro se secó la cara con los cuantes negros que cubrían sus manos. Sonrió.
- Muy bien. Si no quieres hacerlo por las buenas, tendremos que hacerlo por las malas. - Dijo moviendo la cabeza a un lado, lo que provocó que el mismo soldado que había sacado la manta con sonidos metálicos, corriera hacia donde estaba ésta, y la desenrollara, ofreciendo una increíble y sádica gama de objetos.
Más a la derecha, junto a una tira de cuero con palillos de madera enfundados, había un sacacorchos metálico, de diseño símple y muy afilado. Era la única herramienta que brillaba de todas.
Después de los palillos había un surtido de 4 martillos, a cual más pequeño. Todos oxidados y con sacaclavos incorporado, el último y más pequeño lo tenía afilado.
Más a la derecha, después de un bisturí y unos alicates, se deslizaba la mano de Gerald hacia los palillos, de los cuales cogió tres.
Desvió después la mirada hacia su víctima, que le miraba sin inmutarse, esperando con toda la tranquilidad que podía sacar de su nerviosismo.
Gerald, esbozó una sonrisa malévola
- Empecemos por tu nombre - Dijo mientras avanzaba hacia a él con los palillos en la mano.
Se quedó unos segundos interminables, delante suyo, mirándole. La victima no se decició a hablar. Había bajado la mirada y ya no respiraba fuerte. Gerald intuyó que intentaba relajarse para no sentir tanto dolor.
- Eres un maldito idiota. Dime tu nombre y puede que mueras de una forma más rápida de la que tenía pensada para los espías como tú.
La situación era idéntica a antes de que el general dijera esas palabras. Nada. Ningún movimiento por parte del recluso. Lindërr suspiró.
- Es una lástima que no quieras hacerlo por las buenas, pero te aseguro que cuando tengas esto en las encías - levantó los palillos y los movía de un lado a otro en un cortísimo espacio - no podrás hablar con la misma claridad, y tal vez no entienda bien lo que quieras decirme cuando hables.
Se quedó callado, mirándole por si reaccionaba, pero nad. Seguía con su insana actitud. Él no pensaba hablar, y Gerald quería que hablase. Mala combinación.

Se incorporó y miró a uno de los soldados, acto seguido movió la cabeza. Los tres obedecieron sus órdenes implícitas en ese gesto, y rodearon al soldado, sujetándole entre dos las manos y los piés. El otro soldado colgó su arma a la espalda y le sujetó la cabeza.
La levantó brúscamente tirándole del pelo, y soltó un leve gemido. Gerald observó la sangre seca que tenía en la zona supralabial, y sus miradas se cruzaron.
- Te lo preguntaré por última vez. ¿Cual es tu nombre? - Dijo el general poniéndose aún más serio.
Sin respuesta. Nada. Sólo hablaban las miradas asesinas que surcaban ese ambiente cargado. El olor a muerte y dolor que se respiraba en esa habitación no parecía ser óbice ni cortapisa para el espía americano, el cual disimulaba su terrible miedo.
No temblaba, no lloraba, no habían escapádose sus necesidades encima, pero estaba terriblemente asustado. No había podido sentir un miedo tan terrible y angustioso en su vida.
- De acuerdo - Dijo Gerald enfadado - Levántale la cabeza y ábrele la boca. Espero que le guste el sabor a sangre.
El espía no se resistió. Mientras con una mano sujetaban su cabeza, con las otras le abrían la boca. Mientras, Lindërr acercaba un largo palillo astillado hacia sus rosadas encías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario