Abre la puerta y deja que la luz te ciegue. Cógelo todo, idiota, y ponte a autodestruirte.
Pronto, muy pronto observarás los cambios, verás cómo te deterioras, cómo caducas, cómo te echas a perder de una manera abominable. ¿Sabes qué es lo que necesitas? Disciplina, fuerza de voluntad, y valor.
Adelante, sigue cargándote tu propio ser, pues poco tardarás en comenzar a pudrirte por dentro. Sigue trasnochando para hacer lo que tu cerebro sabe que no debe. Sigue levantándote en mitad de la oscuridad para devorar tu futuro.
Mírate al espejo. Después imagínate dentro de un par de años. Claro... Lágrimas. No te gusta ¿Verdad? Pues cósete la boca de una maldita vez y deja de lamentarte. ¿Así pretendes conseguir tus objetivos? Sentado en una silla, esgrimiendo sentimientos como cuchillos matando la ansiedad sobre el papel mojado en lágrimas.
Apenas sabes describirlo con palabras. Mírate, no te esfuerces, ya no eres el que eras, y jamás podrás volver a serlo. A no ser que empieces de cero, que te encierres en tu capilla y sufras. A no ser que tu piel llore cada día y que tu frente perlada observe el destino que te aguarda y te obligue a reflexionar. A no ser que tus extremidades acaben cada día fatigadas rogando descanso. A no ser que esos ojos dejen de ser fuente para fruncirse y ser furia. ¡Corre!
Cierra la boca de una vez. Para todo.
La tipografía es la ropa de las letras, y su sastre es el encargado de transformarlas en belleza. Crea letras, crea frases, crea líneas, crea párrafos, crea textos, crea libros, pero crea algo. No hay nada más maravilloso y locuaz que transmitir belleza con símbolos cicateros sin atractivo. ¡Escribe!
Si te enteras de que alguien está usando los textos de este blog como si fueran de su propiedad, te ruego que me lo notifiques para tomar las medidas oportunas. ¡Gracias!
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