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sábado, 11 de septiembre de 2010

Duras decisiones. (parte 2)

- Jonsey - Dijo Jeff con un tono comprensivo - Tienes que hacerlo; es la misión.
Jonsey seguía con la mirada fija en el cuerpo del pequeño, y el dedo fuera del gatillo.
- No puedo hacerlo Jeff..
Su voz sonaba temblorosa, pero no por el frío que penetraba en su cuerpo en esas heladas montañas, sino por el nerviosismo que originaba ese dilema moral al que se enfrentaba.
"estamos en guerra, es una maldita guerra. Los guerreros como yo, matamos gente, siempre ha sido así". Intentaba autonvencerse de que debía disparar. "Muchos dirigentes de estado matan miles de personas todos los días, y entre ellos niños, mujeres, y ancianos, y ¿acaso duermen preocupados? no, duermen magníficamente en sus lujosas camas con sábanas de seda tejida con la sangre de los inocentes, así que ¿por qué no vas a acabar con la vida de ese maldito crío?".
Pero por mucho que lo intentara no podía dejar de pensar en que ese chaval con abrigo negro hasta los tobillos, de pelo rubísimo en forma de casco resbalando por su frente tapando una mirada azul muy oscura, no llegaría ni a los 10 años.
- Jon... dispara - Dijo Jeff transmitiéndole directamente todo lo que le decían por la radio.
Jonsey puso el dedo en el gatillo. "estamos en guerra, estamos en guerra".
- Dispara Jon.
- No puedo...- Dijo Jonsey Jadeando.
- Claro que puedes Jon, es la misión. Es una guerra, y en las guerras muere gente. Debes decidir, o la vida de ese mocoso o la de la mitad de nuestros compatriotas.
- No puedo disparar...
La tensión se podía cortar con un cuchillo. la cruceta de la mirilla de su arma apuntaba al corazón del chico, que estaba sentado en uno de los bancos de la plaza central de aquella aldea en mitad de las montañas. A su derecha y a su izquierda le acompañaban dos soldados escoltándole hasta que llegara su padre.
- Dispara, ¡ahora!
- ¡No puedo, maldita sea, no puedo cargarme a un niño!
- ¡Dispara!
- ¡Joder, no puedo!
Las lágrimas empañaban las gafas tácticas de Jonsey. No podía pensar, no podía aclararse. Un barrullo de pensamientos se arremolinaba en su cerebro, impidiéndole actuar
- ¡Maldita sea, Jonsey, métele una bala en el pecho a ese puto niño! ¡Cárgate al hijo del cabronazo que nos matará a nosotros y a toda nuestra jodida familia si no disparas!
- ¡No!
- ¡¡¡Mátale!!!
La voz del Spotter retumbó en las montañas nevadas. Jonsey soltó un grito, y todo se paralizó. Sin pensarlo, y víctima del nerviosismo, apretó el gatillo.
La bala atravesó cientos de copos de nieve. Se podía observar toda la trayectoria de la bala surcando la nieve. El proyectil llegó a su destino, y atravesó el pecho del joven. Todos los soldados se levantaron y empuñaron su armas, apuntando a todos lados, pero sin saber a dónde apuntaban. El cadáver del niño estaba tirado en el suelo, y en la pared y el respaldo del banco donde estaba sentado se observaba una inmensa mancha roja, y en el centro un agujero de un centímetro y medio de diámetro.
Jonsey abrió los ojos, se levantó rápidamente seguido por su Spotter. Ya no pensaban, y se marchaban al punto de extracción.
- Has hecho lo que debías.
Dijo Jeff tratando de animar a su amigo. Y los dos se alejaron con el trabajo hecho.
Puede que evitaran la muerte de unos cuantos, puede que cumplieran la misión, pero estaban vacíos. Vacíos por dentro.

Misión cumplida.

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