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domingo, 10 de junio de 2012

La búsqueda (Parte 2)



El sol me atizó en la cara como un látigo, y me pilló tan de imprevisto que casi me asustó. Sacudí la cabeza unos instantes, enfoqué el camino hacia el coche, y lo arranqué cuando ya me hube metido dentro. Le costó arrancar bastante más de lo normal, pues se notaban las lasrgas distancias que, en épocas estivales, había recorrido de una punta a otra del país a manos de mi padre, con mi madre de coopiloto, y mi hermano y yo en los asientos traseros, peleándonos a todas horas.
Evité que aquellos recuerdos familiares que ahora quedaban tan lejanos penetratan más de lo necesario en mi cabeza, y emprendí la marcha hacia no sé dónde, para buscar algo que, aunque no supiera que era, sabía que lo encontraría.

El cielo se emborronó un poco más, y unos cuantos garabatos negros se deslizaron sobre el cielo, tratando de alcanzar el Sol con sus garras sombrías. El negro de esas nubes no era normal en absoluto, al menos no para ser nubes tan aisladas unas de otras. Es cierto que el clima en mi ciudad siempre había sido muy extraño y poco regular, pero esas nubes asaltaban el firmamento con su negrura, desentonando completamente con el resto del panorama. Procuré no darle mucha importancia, estaba saliendo de la ciudad y necesitaba comenzar a poner los 5 sentidos en mi marcha.

Las carreteras que trataban de escapar escurriéndose entre los edificios siempre habían permanecido en el mal estado en el que se construyeron: Baches, badenes, desniveles y bordillos donde no debería haber más que asfalto poblaban de temblores y ruidos el interior del vehículo.

De pronto, todo cambió. Y aunque el cielo se siguiera tiñendo de gris cada vez con más constancia, sentí en un sispiro el cambio del estrés urbanita y la molesta contaminación acústica de la ciudad, y me convertí en parte del paisaje. Apenas me había dado cuenta del cambio, y en un abrir y cerrar de ojos me encontré viajando por una carretera solitaria en la ladera de una de las montañas con el rostro más precioso que jamás haya podido ver. "¿Estará aquí lo que busco?" pensé mientras miraba el paisaje.

Desde la carretera se podía sentir el desvanecimiento del terreno hacia el valle. Con la forma de una línea de pulso en un control médio, casi en forma de V.
 Las laderas de la montaña estaban adornadas con una cantidad incontable de árboles que, en ocasiones, dejaban a la vista manchas de piedra gris tan bella como la visión de aquel paisaje. Se podían observar las grandes hileras de pinos, chopos, abetos, nogales y robles salpicar de verde esmeralda aquella magnificiente montaña. "Creo que no... No siento nada." Pensé con gran desilusión al dejar atrás aquel paraje de ensueño. Y sin mediar más palabras para mis adentros, continué mi camino.

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