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domingo, 19 de junio de 2011

Así acaba la noche.

La pelea comenzó a eso de las 2 de la madrugada. Tampoco era muy tarde, pero estaba seguro de que esa noche ocurriría algo. Estaba cantado, por otra parte.
A la salida de la discoteca, aguardábamos con los brazos cruzados mis colegas y yo, sin esperarnos nada en absoluto, cuando de repente, dos personas comenzaron a intercambiar leves golpes la una contra la otra. Sólo vi de espaldas a una chica de muy buen ver, con una camisa a cuadros, el pelo rizado pero muy largo, de color castaño estándar, tal vez con tonalidades rubias, unos vaqueros y tacones no muy altos.
La otra chica llevaba un vestido azúl muy claro, con detalles negros, y unas mallas muy ajustadas, acabadas también en unos tacones de aguja bastante grandes.

Resultaron ser dos mujeres algo más nerviosas de lo común, que no tendrían ni 17 años, y la cosa fue a más, hasta el punto de que se formó un motín de magnitudes bíblicas, y todas las personas que estaban en la salida de la discoteca comenzaron a empujarse y a crear una masa de personas embravecidas que se golpeaban sin ton ni son, completamente a ciegas.
Desde luego, no intervení, porque no era mi cometido, y la mejor pelea es siempre la quie puedes evitar, pero jamás podré sacarme de la cabeza esa última imagen.
Las dos chicas que habían comenzado todo aquello se dejaron ver gracias a que la muchedumbre enfurecida se calmó, y se apartó para formar un semicírculo, precisamente abierto por el lugar en donde yo me encontraba. El resultado fue que, la muchacha de la camisa a cuadros, acabó tendida en el suelo, con los ojos abiertos, y un hilo de sangre escapándose de la cabeza. Pero al parecer, este no era moivo suficiente para cesar en su golpiza, pues ella seguía pateando el cuerpo inerte de la otra chica, hasta que ocurrió, tal vez, lo que nadie esperaba.

Alzó su pierna izquierda, y el tiempo se tornó más lento. Los ojos abiertos de par en par de la chica tumbada no parecían percatarse de nada, y el pie de la atacante no tardaría en alcanzarle. Hasta que, con un sonido seco, visceral, como si se hubiera roto algo con un "ñick" mezclado con un "chgtcht" se escuchó haciéndose el silencio, al mismo tiempo que el tacón penetraba en el centro del pecho de la chica tirada en el suelo.
Fue un golpe limpio, puesto que después, sacó su improvisada arma del cuerpo de la otra joven, y pasó por encima de ella. Tuvo, incluso, el detalle de escupirle mientras todos le observábamos sin saber que hacer. La frialdad se cobijaba en ella.
- Joder.... ¿Qué has hecho? - Dijo un chico que, anteriormente, había participado en la pelea multitudinaria - ¿¡Qué diablos has hecho!?



Nadie contestó, y la luz se comenzó a desvanecer aún más. La sangre salía de su pecho a modo de aspersor, y esto lo sé porque me lo contaron, pues no pude mirar y, gracias a la buena suerte y antes de que mi subconsciente me jugara una mala pasada, desperté.

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